Ðark Lady

Acerca de tødø y nada a la vez

Armando rompecabezas


In silent moments
Imagine you'd be here

Hay cosas que aunque quiera no puedo dejar atrás. De una u otra forma siempre vuelven. O yo misma me encargo de que así sea. Tal vez suene a cuento repetido, pero no lo puedo evitar. En cierta forma, me he empeñado en armar un viejo rompecabezas para lograr entenderme en los tiempos actuales. Y en la búsqueda de las piezas, encontré algunas que indican que si vivo tropezándome con las mismas piedras, es porque yo misma me lo busco. Siempre huyo y nunca termino nada. Al menos ahora, eso lo tengo claro. Sin embargo, cómo me gustaría poder ir unos años atrás. No pensé que alguna vez iba a desear aquello. Creí haber tomado las mejores decisiones en su momento y no me arrepentía de ello, pero ahora me arrepiento. En el armado del rompecabezas, un viejo amigo me dio las principales. El problema siempre fui yo. Confirmado. Yo y mis arrebatos. Yo y mis súper decisiones. Yo y mi inmadurez. ¿Y ahora cómo arreglo todo, si fui yo la causante? ¿Cómo termino el rompecabezas, si la pieza fundamental está a miles de kilómetros de distancia? ¿Cómo?

Todo esto me deja pensando y con ganas de inventar una máquina del tiempo con tal de volver al pasado y no haber sido tan imbécil. O de sacar mis alas de ángel e irme volando hacia donde está ese demonio. Y nunca fue demonio, sólo un ángel caído y al ángel también se le salió el mal. Creo que esas últimas frases sólo las entiendo yo, lo siento.

Dicen que hay cosas que por naturaleza deben suceder. Personas que están destinadas a estar juntas. El mundo las une y son como un eclipse. Algo que no se puede detener e inevitable. ¿Y qué pasa si no notaste el eclipse? ¿Se vuelve a repetir? ¿El mundo es tan generoso, que vuelve a darte una oportunidad? ¿Los caminos volverán a encontrarse? ¿El ángel y el demonio volverán a verse las caras? Ojala así suceda, aunque sólo sea para terminar un rompecabezas.

¿Dónde está mi bote de helado?

Igual que en las películas, sólo me falta comer helado a cucharadas de un bote gigante. El resto ya lo tengo. El pijama, la televisión y/o computador, un sillón, las pantuflas y el pelo enmarañado. Fácilmente puedo pillar una película mamona o poner canciones de esas que te mandan al carajo. Y eso es lo que hago. Suspiro. Finales felices… pff! Apago el televisor, de vuelta al computador. Empiezo a leer “Ojos de perro azul” –mi cuento favorito de García Márquez- y me manda al carajo nuevamente. Imbécil que no recuerda los sueños. Lo dejo. Youtube. Veo mis videos favoritos, donde hay de todo. De todo. Me voy a las canciones lloronas. KT Tunstall y su “Other side of the world”. Shit! Traigan mi bote de helado… y una caja de kleenex también.


La reflexión de Grey

¿Qué es peor? ¿Nuevas heridas, las cuales son horriblemente dolorosas o viejas heridas que deberían haberse curado años atrás, pero que nunca lo hicieron? Tal vez nuestras viejas heridas nos enseñan algo. Nos recuerdan dónde hemos estado y lo qué hemos superado. Nos enseñan lecciones acerca de qué evitar en el futuro. Eso es lo que nos gusta creer. Pero esa no es la forma, cierto? Algunas cosas tenemos que aprenderlas una y otra vez y otra vez.

Meredith Grey de “Grey’s Anatomy”

De un tiempo a esta parte, opino lo mismo que Grey. Hay veces en que necesitas caerte una y otra vez para que se te quede. No basta con un solo tropezón. Con esa reflexión empiezo el año y con una canción que fue mi himno hace algún tiempo atrás: Taking over me de Evanescence.




¿Has olvidado todo lo que sé y todo lo que teníamos?
Me viste llorar por la muerte de mi amor por ti
Y tocaste mi mano…
Supe que me amabas en ese entonces…