Ðark Lady

Acerca de tødø y nada a la vez

Las baladas de Juana al son coreano


Será culpa de que me llega poco oxígeno al cerebro o por la fiebre que me tiene con los cachetes como Heidi, pero ando haciendo mezclas no convencionales. Como leer a la siempre intensa Juana de Ibarbourou mientras escucho canciones de doramas. Este tema de Master's Sun lo encuentro tan hermoso, que aunque hablara de calcetines y paraguas igual lo sentiría especial. Por fortuna, la letra no habla sobre incoherencias sino de cosas que se me hacen -para mí desgracia- algo conocidas. 

En mi estado febril, la escuché leyendo la “Balada del amor ignorado” y casi morí, porque a fin de cuentas, todo se reduce a guardar distancia como método de control de daños. Eso suena horrible, pero como dice el tema “está bien, incluso si...”. Resignación me da palmaditas en la espalda.

Paso al siguiente poema: “Balada del amor triste”, con ese nombre no debería ni leerlo, pero lo hago. Total, un poco de masoquismo no le hace mal a nadie. Y sí, Juana de Ibarbourou acertó con el título, es triste. Resignación me hace cariño en la cabeza como si fuera un cachorro desamparado. Cero respeto. Creo que es mejor ir a dormir de una buena vez, Resignación no es una buena compañía. 

Balada del amor ignorado

Aquel que esperaba
sin saber su cara, 
pasó hoy a mi lado 
y llevóse mi alma. 

La trova que en ese 
momento cantaba, 
se quebró en mis labios 
y tornéme pálida. 

Alguien me lo dijo 
sin voz ni palabra: 
—¡Levanta los ojos, 
que pasa el que aguardas! 

 Me puse a seguirlo 
como una sonámbula, 
con las manos trémulas 
y la cara pálida. 

Mas él, sin mirarme, 
se adentró a su casa, 
sin saber que a rastras 
se llevaba un alma.  

Me volví tan triste 
que lloré hasta el alba, 
¡le daría la vida 
y él no sabe nada! 

Balada del amor triste

Viento que te vas 
a donde no puedo 
yo ir, 
¿no me llevarás? 

Si tuviera alas, 
alas como tú, 
¡ay, contigo iría 
por el cielo azul! 

Porque estoy tan triste 
que deseara huir. 
Llévame, ¡oh pampero 
muy lejos de aquí! 

Haréme liviana, 
más de lo que soy, 
para pesar menos 
he llorado hoy. 

Para pesar menos, 
si preciso es, 
mi trenza sombría, 
¡ay!, me cortaré. 

Para pesar menos
ni he de sonreír 
cuando al fin me lleves 
muy lejos de aquí. 

Lo único, viento, 
que no puede ser, 
es que yo a aquel hombre 
deje de querer. 

Aunque pese mucho 
ese amor irá 
a donde yo vaya. 
¿Me podrás llevar?