Harto, supongo. ¿Para bien o para mal? En realidad no lo sé, no creo que sea yo quien deba juzgar eso. Imagino que solo ha pasado el tiempo y la vida. ¿Hacer un recuento? Mmm... ¿empezar por lo más básico? Bueno, a mi amplio prontuario de rarezas se suma el hecho de que me volví vegetariana, por lo que ir a un asado no es precisamente el mejor panorama para mí. Y junto con ello, vino lo más difícil: dejar de comprar artículos de belleza testeados en animales, porque si no me los quiero comer cómo diablos voy a aguantar que queden con un ojo menos para que yo pueda mejorar mi caracho. Lo que más me dolió fue dejar mis huequísimos perfumes Britney Spears, porque aunque le recé a todos los santos, estaban en la lista negra de PETA. Casi lloré. Ahí va un cambio importante, porque ya no tengo ese olor dulzón que tanto me caracterizaba. No huelo a nada, así de simple y así de fome, pero ya encontraré alguna fragancia que me identifique. Mis uñas en tanto, siguen igual de coloridas y estrambóticas, porque las marcas de esmaltes que uso son de lo más cruelty free. Mi alma respiró en paz cuando lo supe.
Y como vivo en una ciudad donde a nadie le importa lo que haga el resto, aprendí a andar a cara lavada sin sentir que era el peor sacrilegio del mundo. ¿Qué más?¡Ah sí! Como no encuentro cremas de peinar que no hayan sido probadas en algún roedor, pues ando con algunos mechones de pelo que hacen lo que quieren, aunque no es tan terrible. También dejé de teñirlo, así que ahora luzco mi color castaño natural, algo que no hacía desde que tenía 17 y si bien corté mi larga cabellera hace un par de meses, ya me llega un poco más abajo de los hombros. O el tiempo pasó muy rápido o yo tengo muy buena mano. No lo sé.
En resumidas cuentas, estoy menos hueca y superficial, ya sea porque adquirí un nuevo estilo de vida o porque me ví obligada a renunciar a algunas cosas. Imposible ser botarata cuando hay cuentas que pagar. Hasta vendí la ropa que en su tiempo me costó un ojo de la cara, porque ya no la necesitaba y me quedaba grande. Además, mi armario es tan pequeño que desperdiciar espacio en prendas que no usaba me parecía ridículo.
Y como dejé de ser tan superficial, ya no veo la vida con la misma liviandad de antes, por lo que ya no ando todo el día muerta de la risa por cualquier cosa. Sí, ya no es tan fácil sacarme una sonrisa como antes y cuando lo hacen, sale algo al estilo Monalisa. Horrible. Quizás solo se deba a que no he conocido a personas de un nivel de chaladuría similar al mío o quizás es porque aún siento el dolor de haber saltado sin paracaídas a la nada misma.
Me costó más de una noche en vela y un ataque de llanto, darme cuenta de que debía unir los puntos mirando hacia atrás y no hacia el futuro, tal como decía Steve Jobs. Siempre he confiado en mis habilidades y en mi destino, pero cedí a las presiones y a la incertidumbre. Olvidé por completo el motivo que me llevó a ser periodista y cerré un abanico de posibilidades que estaban esperando por mí. Yo solo quería escribir, leer y aprender lo que fuera que me interesara en el momento. Jamás quise ser reportera o llevar las comunicaciones internas de alguna empresa, pero creí que tenía que hacer algo por el estilo, pues para eso me habían educado. Gran error. Estuve dando botes de puro lesa y pajarona en pocas palabras.
Ya sabes que me considero yeta del alma, porque lo que no le pasa a nadie, me pasa a mí. Y siempre me he quejado y pataleado a más no poder por ello, pero recién ahora he notado que en vez de lloriquear debería dar gracias porque a pesar de todo, he tenido una vida relativamente fácil. Nunca he tenido que esforzarme demasiado para conseguir lo que quiero, aprendo rápido lo que me pongan enfrente y me han cuidado como a una princesa. Una princesa que nunca le tuvo miedo a nada porque sabía que siempre habría alguien dispuesto a salvarla y a sacrificarse por ella. Sí, muy a lo Saori Kido... Athena fue una mala influencia para mí en mi niñez. La cosa es que me bajé del pony y estoy un poco más mesurada y menos quejona, mucho más tranquila y ¿madura?. Quizás, no lo sé.
Y bueno, hay cosas que no cambian, como mi alma vaga de perezoso, mis arranques de drama queen y esa capacidad de encontrar cosas ociosas para perder el tiempo. Como las series coreanas que me dejan con ataque de nervios y con hipo de tanto sufrir. Sigo en mi proyecto de recopilar las ideas locas que pasan por mi cabeza y ya tengo un lugar favorito al que me gusta ir para dejar fluir mi pluma mientras veo a la gente pasar. Con respecto a eso, me encanta esta ciudad ruidosa que nunca duerme, porque me hace sentir un poco más viva. Me gusta salir a caminar y descubrir nuevos lugares. Siempre hay algo más por conocer y gracias a eso ya no me dan los ahogos a lo Olguita Marina.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que me agrada Santiago no creo que sea el lugar al que pertenezco. Es mejor que vivir en Calama o en Antofagasta y me da la libertad que necesito, pero siento el mismo desarraigo de siempre. Así que mi misión de aquí en adelante será tratar de encontrar esas tierras que me digan “nena, aquí debes quedarte”. Mi instinto dice que puede ser Dublín, pero ya veremos, primero hay que juntar las lucas y creo que por primera vez siento ganas de ahorrar dinero para algo que no sea una frivolidad.
¿Qué si soy feliz? No, porque no creo que la felicidad sea un estado constante en la vida sino que algo que se da por momentos. Creo que “tranquila” es la mejor palabra para describir como me siento ahora y eso es harto, porque pucha que me cuesta estar en paz con el mundo y conmigo misma.
Y esa es mi vida ahora, si cambié para bien o para mal, ni idea. Eso lo decidirás tú, por mi parte yo seguiré tal como dice Billie Joe: recorriendo un camino solitario que no sé hacia donde va, pero que sin lugar a dudas, es un hogar para mí.