Cualquier forma de distraerse y sedarse
Añadiendo sombras a las paredes de la cueva...
Hace un millón de años atrás, estaba aburrida en plan Jaded haciendo zapping y como no encontré nada especial, dejé puesto el canal de música para gente vieja como uno: VH1. Y ahí quedó prendida la tele, con música añeja de aquellos años de juventud y de repente suena una voz que no conocía, pero típico, no pesqué mucho a la primera. Ni siquiera me digné a mirar, pero la voz profunda del tipo me terminó por vencer. Le puse atención al vídeo y quedé como:
WTF?
¡No le peguen!
¡Se lo van a echar!
¡Corre a salvarlo wn!
¡Oh no!
¡Lo mataron csm!
Trauma nivel Dios.
Y con un vídeo así, me puse a buscar las canciones del fulano Hozier que figuraba en los créditos. Y me enamoré de sus letras raras y del sonido de su guitarra. Me enteré de que era irlandés, doble enamoramiento. Vi que era un chascón alto, barbudo y de pinta indecente, enamoramiento de aquí al infinito.
Así que ahí estoy, pegadísima con la música de Hozier, que como diría Mugatu “está tan cotizado”, pero por muy niño-bonito-alternativo que sea, el tipo es de otro nivel. Este tema – que es mi favorito en estos días- debe ser la canción de drogadictos más elegante que he escuchado. Y aún cuando entiendo de qué se trata, traducirla al español hace que pierda gracia en mi humilde opinión.
En “Take me to the church” el juego de palabras que utiliza me dejó babeando, mi frase predilecta: “Te adoraré como un perro en el santuario de tus mentiras”. Uhhh! Supongo que lo que más me gusta de este tipo, es que tiene ese toque medio oscuro, incluso en canciones más suaves como “Like real people do” o “From Eden” y para qué decir de “Cherry Wine” que podría pasar como el tema más dulce de la vida, si no fuera por el hecho de que habla de una relación disfuncional con golpes de por medio.
En resumen, lo adoro. Tanto como adoro a Mario Benedetti. Y sí, el irlandés y el uruguayo no tienen mucho que ver el uno con el otro, pero de ambos me gusta la forma en que abordan esa decadencia del ser humano, con letras enredadas a ratos, pero que te dejan pensando. Como estas reflexiones que leí hace una porrada de tiempo en "Vivir Adrede" y que me tuvieron marcando ocupado, al igual que Hozier ahora y que me veo en la obligación de dejarlas por aquí.
Miedo
No se juega con el miedo porque el miedo puede ser un arma de defensa propia, una forma inocente o culpable de coraje. El miedo nos abre los ojos y nos cierra los puños y nos mete en el riesgo desaprensivamente. Andamos por el mundo con el miedo a cuestas como si fuera un pudor obligatorio o en su defecto una variante del fracaso. Tal vez sea el mandamiento o quizás el mandamiedos de alguna desconocida ley, de un dios cualquiera. Por las dudas, una buena fórmula contra el miedo puede ser la que dejó escrita el bueno de Pessoa: «Espera lo mejor y prepárate para lo peor».
Utopías
Lo imposible es una burla de los dioses. Fue por eso que éstos desaparecieron. No fueron capaces de
nadar en ese río, nadar en la nada. Todos venimos al mundo con la obsesión de un imposible. Y cuando
tomamos conciencia de que el imposible es eso: un imposible, ya es tarde para refugiarnos en la sensatez.
Todos queremos lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido. Algunos lo llaman utopía, pero la utopía es más seductora. No tiene puertas cerradas como lo imposible. No nos desprecia como lo prohibido. La utopía tiene la gracia de los mitos, la maravilla de las quimeras. Si tenemos ánimo, paciencia y un poco de ilusión, podemos navegar en la barcaza de la utopía, pero no en el acorazado de lo imposible.
Lo prohibido es un desafío que casi siempre nos derrota. La única posibilidad de vencerlo es llevarle la
contra a los pontífices, que siempre han sido los jefes de lo prohibido. También lo son los dictadores, pero los pontífices al menos no torturan.
A veces lo imposible lo llevamos en el ánimo, y éste no es capaz de dar el salto sobre lo prohibido. Y si como excepción alguien se anima a dar el salto, se encontrará con que lo prohibido es un abismo. Y entonces chau.
Monotonía
Otra vez los misiles rasgan el espacio. En Londres, en Bagdad, estallan los silencios y las bombas. Qué monotonía.
En Colombia los marines fortalecen su mercado de drogas, la pasta base mata en apenas seis meses. Por algo enloquecemos de a poco en la inocencia. Qué monotonía.
Todo es adrede, todo hace trizas el alma. El pobre tiempo ocurre con sus buitres, sus incendios. Qué monotonía.
Después de todo Dios, si es que hay alguno, se dedicó a crear abismos y cenizas, simulacros de azar. Qué monotonía.
El mundo asume el color de la tristeza y nace y muere sin excusas. Todo se carga, todo se repite en sueños y vigilias. Qué monotonía.
Sólo una diana rompe lo monótono y es el abrazo de la muertecita.
Música
¿Quién habrá inventado la música? ¿El viento? ¿El mar? ¿La lluvia? ¿Cuándo habrá nacido la armonía? ¿Qué habrá sonado primero? ¿E1 lenguaje de la brisa o el canto del ruiseñor?
Desde una a otra orilla y viceversa, la música cruza el puente y la recibimos con los brazos y oídos abiertos. A veces ella calma y a veces enardece. Acaricia a los niños y adormece a los viejos.
Cuando llueve es el canto de las nubes. La música es un arrabal del cielo y es el único paisaje que disfrutan los ciegos. Beethoven nos abriga y Mozart nos refresca.
Hay tonadas que enhebran los silencios y el silencio se convierte a la música. Los esclavos y los presos se renuevan en el canto y esa música es su única libertad. Con la música respiran y si algún guardia la prohíbe, igual cantan en silencio.
La música es un premio, un recurso, una victoria. Con alegría o congoja la música nos vive y nos revive. Cuando alguien nos dice que nos vayamos con la música a otra parte, sin vacilar nos vamos, dichosos de que nos siga acompañando la felicidad de sus sonidos.
Aleluya
Aleluya. El tiempo pasa y yo sigo viviendo, con los dolores y las ausencias de siempre pero sigo viviendo. Con la suerte y la muerte a la vista, con las golondrinas y los buitres, con el alma en pena y la cordura casi loca, con las cenizas del olvido y el pan duro de las promesas. Pero sigo viviendo.
Aleluya. En alguna rara ocasión mi soledad se llena de prójimas y mis brazos abrazan y abrasan. Mi memoria viaja de noche en noche; mis jardines, de amanecer en amanecer.
De todos los puentes cruzo el más frágil: el que une tu desolación con mi consuelo, y mi consuelo con tu desolación. Acaricio los pinos antes de que en el próximo vendaval besen el suelo.
Aleluya. Cuando encuentre la verdad aún estaré a tiempo para llevar a mi infancia conmigo y clavarla luego como un afiche en la pared de la cocina. Nos vamos para volver; volvemos para irnos de nuevo. El tiempo es un viaje de escalas infinitas donde aprendemos y enseñamos algo.
Aleluya. Piso tantos umbrales que los pies desnudos me arden. Desde esos umbrales imagino el infierno, pero de pronto recuerdo (aleluya x 2) que soy ateo, tanto de Dios como del diablo.
Vivir aquí, en los arrabales del universo, no está tan mal. Dos por tres vienen pájaros curiosos, con su experiencia del espacio, y acaban colgándose en un crepúsculo de árboles. Crecimos en un exilio de la esperanza, sin advertir que era un exilio de la nada.
Aleluya. La nada también puede ser todo y los otros también pueden ser nosotros. Si la tristeza nos empapa con su lluvia, digamos aleluya aleluya, primero despacito y luego en alarido, para que al fin nos encierren, así sea medio por azar, en las mazmorras de la alegría.
Ah desaparecido
Vos te vas sin ser voz; te fuiste sin ser muerte; desapareciste sin reaparecer. Tu rostro está aquí: cómo nos mira y como lo miramos. Te fuiste sin decir adiós. Nadie te sabe, todos te añoran, van proclamándote, rememorándote.
Quedaste en tantas vidas que no descansan, que están en tu secreto, en su silencio. Sin alivio, porque te echan de menos, te conocen de más.
Ah desaparecido, ¿qué podemos hacer para encontrarte, para compadecer en tu agonía, si no sabemos cuándo te has ido, desvanecido, vuelto fantasma? Quizá por ese no saber nos vamos quedando sin melancolía, apenitas con un sol a oscuras, abandonado, con la memoria sin excusas, con el poder más impotente.
Ah desaparecido, ¿quiénes fueron los que sin dudarlo te borraron? Tu ida fue un crepúsculo interminable. La desaparición no es una muerte sino un vacío. Podés ser náufrago, despojo o hueso en tierra, también un pájaro que decide emigrar. Los que te encuentren, si te encuentran, te regarán con llanto, aunque haya lluvia.
Ah desaparecido, parecido, sido, ido. Nunca más te esfumes, por más que el tiempo pase, no vamos a perdonar lo imperdonable. Mientras tanto, confiemos en que cada uno de los desaparecedores reciba el castigo de su propia conciencia.
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