La gente está muriendo, cierro mis persianas
Todo lo que sé es que estoy respirando ahora
Quiero cambiar el mundo, y en vez de eso, duermo
Quiero creer en algo más que tú y yo
Pero todo lo que sé es que estoy respirando
Todo lo que puedo hacer es seguir respirando
Todo lo que podemos hacer es seguir respirando ahora
En estos precisos momentos me siento en un estado catatónico similar al de la canción. Podría caer un meteorito en frente de mi edificio y me daría lo mismo. Podría empezar a caer nieve con sabor a chocolate y me daría lo mismo. Podría venir el hada de los zapatos y regalarme una docena de Manolo Blahnik y me daría lo mismo. Bueno, quizás haría un esfuerzo por esbozar una sonrisa a la mujercita alada, pero eso sería lo máximo que podría lograr. Y es que tengo de visita a los primos hermanos de Depresión: Desánimo y Apatía. ¿Y por qué están aquí? Porque en cierta forma así lo quise y dejé que mi parte más oscura y retorcida volviera en gloria y majestad.
Sobra decir que soy bastante rara y contradictoria, porque así como soy de llorona y depresiva, también soy payasa y superficial y hace tiempo decidí que lo mejor era potenciar ese último lado y andar con un pony por la vida. Dejé de preocuparme tanto, de echar puteadas a Dios, Buda y Satán y comencé a ver el lado positivo de mis yetazos.
Y con respecto a los pasteles, dije “no más”, ya sé cuál es mi patrón así que simplemente huyo de los que se aproximan a él. La última historia sin pies ni cabeza decidí cortarla y fui en contra de mi naturaleza, no volví a llamar ni a mandar ningún mensaje/whatsapp/line y me la saqué de la cabeza. Y juraba de guata que había funcionado.
Mi existencia ha tenido múltiples cambios este año y eso también me está pasando la cuenta. Decidir ir por el camino desconocido guiada solo por mi instinto es emocionante, pero también muy frustrante. Estoy acostumbrada a que las cosas me cuesten el doble que el normal de la gente, así que no me quedó otra que armarme de paciencia.
Tal vez me equivoqué y no me cuesten el doble, sino que el triple.
O quizás cuatro veces más.
Tal vez cinco...
¿seis?
Y así empecé a cuestionarme cuánto tiempo más podría aguantar sin venirme abajo. Pero no, había que mantener el optimismo a toda prueba, porque conocía las bravuconadas de Dios, Buda y Satán que nunca dejaban que me saliera con la mía tan rápido. Y vaya éxito que estaban teniendo en eso, pero no me quejé ni los culpé, porque asumo que cumplen con su papel de divinidades caprichosas no más.
Mientras tanto mi viejo amigo Insomnio comenzó a visitarme, pero lo ignoré en mi afán de seguir manteniendo el control de la situación. Aunque a esas alturas ya estaba frita, porque si no duermo, me pongo a pensar, a pensar y a pensar y de esta forma, los pajaritos pequeños y adorables que habitan en mi cabeza se empiezan a transformar en horrendos buitres.
Sumado a eso vino la presión del “¿y ahora qué? ¿qué vas a hacer?”. ¡Demonios! Creo que esas malditas preguntas me van a perseguir eternamente, al igual que mi respuesta: No sé. Y así empecé a ceder a la inseguridad y a preguntarme muy en serio, si de verdad es tan malo ser como esas personas simplonas que se conforman con tener un trabajo aburrido que les dé estabilidad por los siguientes 30 años. Tal vez no sea tan terrible intentar ser normal, pero dicha sea la verdad, no creo que aguante traicionarme a mí misma. O quizás sí, no lo sé.
Y para colmo de males mi sexto sentido se activó durante lo poco y nada que lograba dormir en las últimas semanas y comenzó a mostrarme en sueños lo que me negaba a admitir: la historia sin pies ni cabeza me seguía importando, por mucho que lo negara.
Esa fue la gota que rebalsó el vaso.
Si mi propia cabeza me estaba traicionando, pues entonces era hora de tirar la esponja y mandar a mi pony de vacaciones. Y lo hice.
Y aquí estoy ahora, con ánimo solo para poder seguir respirando mientras pasa la nube negra. Es cosa de tiempo nada más. Siempre es así.
Y como a mí siempre me pasan cosas raras, me disponía a bajar un archivo y el captcha que debía escribir era el siguiente:
“It will pass”.
Pasará.
Ya lo sé.
PD: Dios, Buda y Satán son muy ingeniosos y modernos para dar sus mensajes.
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