El invierno ha llegado para mí, no puedo seguir
Las cadenas de mi vida son fuertes, pero pronto se habrán ido
Extenderé mis alas una vez más
¿Es un sueño?
Todos a los que he amado gritan mi nombre
El sol calienta mi rostro
Todos los días de mi vida, los veo pasar delante de mí
En mi corazón sé que me puedo ir
En el final encontraré algo de paz interior
Nuevas alas están creciendo esta noche
¿Es un sueño?
Todos a los que he amado gritan mi nombre
El sol calienta mi rostro
Todos los días de mi vida, los veo pasar delante de mí
Mientras me elevo soy una con el viento
Estoy ansiando verte de nuevo, ha pasado tanto tiempo
Estaremos juntos de nuevo
“Los cisnes, cuando presienten que van a morir, cantan aquel día aún mejor que lo han hecho nunca, a causa de la alegría que tienen al ir a unirse con el dios a que ellos sirven. Pero el temor que los hombres tienen a la muerte, hace que calumnien a los cisnes, diciendo que lloran su muerte y que cantan de tristeza. No reflexionan que no hay pájaro que cante cuando tiene hambre o frío o cuando sufre de otra manera, ni aun el ruiseñor, la golondrina y la abubilla, cuyo canto se dice que es efecto del dolor. Pero estos pájaros no cantan de manera alguna de tristeza, y menos los cisnes, a mi juicio; porque perteneciendo a Apolo, son divinos, y como prevén los bienes de que se goza en la otra vida, cantan y se regocijan en aquel día más que lo han hecho nunca. Y yo mismo pienso que sirvo a Apolo lo mismo que ellos; que como ellos estoy consagrado a este dios; que no he recibido menos que ellos de nuestro común dueño el arte de la adivinación, y que no me siento contrariado al salir de esta vida” (Sócrates en El Fedón o del Alma, de Platón)
Llevo días intentando escribir sobre este tema, pero de una manera sutil para que no piensen que me voy a cortar las venas o algo por el estilo. No, es solo una reflexión que me da vueltas desde hace un par de semanas. Y bueno, creo que Sócrates hace una buena introducción a mi punto de vista. Todos hemos tenido algún conocido que ha muerto por una larga enfermedad o por suicidio, sin embargo, las reacciones ante ambos hechos no suelen ser las mismas. En el primer caso, la mayoría entiende que “es lo mejor” porque “ya dejó de sufrir”, mientras que en el segundo ronda el desconcierto porque “era tan joven/bonita/exitoso/alegre” o porque “nadie se lo esperaba”, pero dicha sea la verdad, a la gente le cuesta empatizar con aquellos que deciden terminar con su vida por su propia cuenta.
Cuando trabajaba en el diario, de vez en cuando tenía que escribir sobre un suicidio y yo me preguntaba cuál habría sido la causa: la carga del dolor que nunca se va o la ausencia total del sentido de la vida. Una persona que sufre depresión endógena debe depender de medicamentos para estabilizar su estado de ánimo y si decae, sucumbe a ese estado de tristeza que te puede tener todo el día llorando sin explicación alguna. En el caso de alguien que tenga una depresión gatillada por x motivo o por el siempre presente síndrome de los corazones inquietos, el dolor es el mismo con la diferencia de que al menos puedes identificar su procedencia.
Con respecto a la pérdida del sentido de la vida, la cosa es relativamente simple: es cuando no eres ni feliz ni infeliz. Es ese estado de insensibilidad en donde tienes que poner un espejo bajo tu nariz para saber si respiras o cortarte un dedo para asegurarte de que tienes sangre corriendo por las venas. Es lo que pasa en “Veronika decide morir” y lo entiendo muy bien, sin embargo, es difícil de explicar porque la sensación es un poco más ambigua. Es como ir cayendo lentamente en el pozo infinito de la decepción una y otra vez.
La verdad es que en cualquiera de las situaciones que he mencionado, se puede llegar al punto en que dices “ya no más, por favor” y aquí mi pregunta: ¿por qué aquel que decide quitarse la vida no recibe la misma compasión que una persona enferma? ¿Acaso estos desvaríos mentales no son una enfermedad? ¿El cuerpo y la mente no resienten el estar siempre luchando contra los enemigos que están en la cabeza?
Yo lo veo como el famoso canto del cisne (sí, si sé que no cantan en realidad), pero al igual que Sócrates, no como algo triste sino que como la vía para alcanzar la tan esquiva paz interior que no tuvieron en vida. No creo que Dios sea tan pelotudo como para no recibirlos en su reino, porque de otra forma no les habría entregado esa sensibilidad tan especial.
Yo lo veo como el famoso canto del cisne (sí, si sé que no cantan en realidad), pero al igual que Sócrates, no como algo triste sino que como la vía para alcanzar la tan esquiva paz interior que no tuvieron en vida. No creo que Dios sea tan pelotudo como para no recibirlos en su reino, porque de otra forma no les habría entregado esa sensibilidad tan especial.
Así es que la próxima vez que escuchen que el amigo de un amigo se quitó la vida, piensen en que ahora está bien después de haber librado una batalla contra su propia mente y que finalmente puede ser libre.