Ðark Lady

Acerca de tødø y nada a la vez

Una bandera blanca para Dios


Hay una luz a cada extremo de este túnel 
Tú gritas porque estás tan lejos de la entrada como de la salida 
Y estos errores que cometes, los cometerás de nuevo 
A menos que trates de cambiarlo 

Nunca he tenido una buena relación con Dios. Me atrevería a decir que admiro más a Jesús que a él, porque al menos tuvo el valor de vivir en nuestro mundo. Distinta es la situación con Buda por ejemplo, me encantan sus enseñanzas y su forma de ver la vida y si no soy una de sus seguidoras es de pura flojera. Al malvado de Satán en tanto, simplemente lo ignoro. Pero con el señor Todopoderoso, la cosa siempre ha sido compleja desde que tengo uso de razón. Nunca entendí qué pretendía y para qué bando jugaba en realidad. Digamos que entré a cuestionar su función en el Universo, no solo por lo que sucedía a mí alrededor sino que en general.

¿Cómo podía ignorar las plegarias de la gente que creía a ciegas en él?
¿Cómo podía dejar que el mundo se volviera una mierda así sin más?
¿Cómo podía permitir tantas injusticias sin hacer nada?
¿Cómo?
¿Y se suponía que yo debía confiar en él?

Y así me fui decepcionando de todo, porque con una agenda tan colapsada para qué iba a hincharle las pelotas con mis dramas existenciales si a fin de cuentas tampoco iba a recibir una respuesta, por lo que de a poco fui prescindiendo de sus servicios. Además, con mi terrible capacidad para cuestionar lo que me pongan enfrente, fui observando si de verdad servía de algo. Y vi la inconsecuencia de las personas que viven y mueren rezando y pegándose con una piedra en el pecho, pero que son incapaces de ayudar al que tienen al lado. En resumidas cuentas, no me gustaba lo que veía y preferí mantenerme al margen de todo eso.

A falta de Dios, empecé a creer en otras cosas como el destino y la magia, que ahora entiendo son lo mismo, aunque con otro nombre, pero ese sentimiento de decepción y rabia contra él y el mundo, estaban siempre ahí. Es por eso que me ponía como basilisco cada vez que alguien intentaba decirme que debía creer en Dios y ante mi negativa, todos me hicieron la misma advertencia: ya verás que un día volverás a recuperar la fe cuando la necesites.

Dejando de lado mi eterna soberbia, tengo que admitir que sí, ellos tenían razón. Levanto mi bandera blanca en son de paz, porque llegué a un punto en el que no importa lo que haga, nada resulta y ya no sé que más hacer. En estos momentos, de verdad siento la necesidad de creer en algo, porque de otra forma no sé cómo saldré de esta. El problema es que no sé cómo recuperar esa fe que alguna vez tuve. No lo sé.

Recuerdo un ejercicio que nos hicieron en una terapia grupal a la que debíamos ir con una amiga después de que nos cambiamos de carrera. Debías dejarte caer a ojos cerrados para que el resto te atrapara y yo no pude hacerlo. Cuando la psicóloga me preguntó por qué no podía, la respuesta fue simple: no tengo la confianza necesaria. Después de una breve charla, pude hacerlo, aunque no fue fácil. Me sentía como las reverendas, porque significaba dejar mi zona de seguridad y simplemente confiar en que no me dejarían caer como saco de papas. Así es como me siento ahora mismo, con esa presión y miedo de tener que confiar ciegamente en alguien a quien no conozco. Pero supongo que no me queda otra opción más que bajar las defensas, depositar mi confianza en él y simplemente creer en que todo estará bien.

PD: Dejo este video porque si Buda me hubiera explicado todo eso como a Shaka, un 60% de mis problemas existenciales se habrían resuelto hace tanto tiempo.